La vida cotidiana del señor moises estaba llena de curiosas costumbres: pequeñas actividades que el antes nombrado señor realizaba metódicamente en determinados momentos del día.
El despertar, el desayuno, el viaje hasta la oficina, la hora del almuerzo, toda la rutina del Señor Moises estaba dominada por pequeñas ceremonias que al ser realizadas determinaban en que momento del día se encontraba Moises.
Así al tragar la ultima medialuna con mermelada de cerezas mezclada con el ultimo sorbo de té con leche iniciaba el camino al trabajo, el cual terminaba cuando encendia la luz de la oficina y veia la colorida reproduccion de un cuadro de Gauguin que al señor Moises lo excitaba de una forma extraña; al mirar el cuadro siempre pensaba en devorar a mordiscones los pezones de la joven mujer, como si estos fueran la fruta que llena el plato que ella sostiene, enseguida el señor moises pensaba en la sangre que soltarian en su boca los pezones arrancados y se asqueaba. Entonces dejaba de mirar el cuadro y comenzaba su trabajo, revisando la carpeta roja con los trabajos pendientes.
Siete veces durante las ocho horas de trabajo el señor Moises subirá la mirada hasta el cuadro y soñará con rojos pezones y sus pensamientos lo conduciran a la sangre y al asco.
Carlos Autieri (APP 3/3)
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