Ideó el discurso, letra por letra, carraspeó, un tono firme y seguro sería el adecuado.
La mano le temblaba, la bajó, la sacudió, sacudió el cuerpo también, estuvo a punto de volverse, pero no, no podia tenia que hacerlo, tenia que decirlo, los necesitaba con urgencia.
Tomo aire por segunda vez, miró hacia atrás; ella lo esperaba, se paró derecho, tocó el timbre, la pequeña ventanita se abrió, la luz cegando los ojos, una pequeña silueta de mujer que pregunta: siiii??, el aire insufiente en el pecho, la cara de pánico, mira hacia atrás y estaba ella que lo esperaba y era ahora o nunca y era urgente y hay que pedir, pero la voz planeada no sale, y el aire se agota en la mitad de la frase y el pedido de preservativos se tranforma en un tartamudeo, casi un gemido afeminado.
Nada salió como lo había planeado pero la mujer de la ventanita entendió y ahora él camina junto a ella con el preciado botín tan necesario hacia la puerta de un hotel, pensando que palabras dirá y que tono de voz usará para pedir una habitación.
Carlos Autieri (APP 3/3)
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