Condenado, como está, empuja una y mil veces la dura piedra. Veinticuatro veces al día la sube hasta la cima y siempre la roca cae por el mismo camino, borrando las huellas del hombre; quien regresa a buscarla, empujado por la inclinación del suelo y el viento frío que azota su espalda dolorida. Pero no siempre es igual aquella tarea, porque a fuerza de repetición y monotonía su cuerpo se fue acostumbrando a la carga; al punto que parecería, por el empeño cada vez mayor que pone en su tarea, que el condenado comienza a sentir real afecto por aquella esfera de roca que le aliza las manos y le desangra la pulpa de los dedos.
Sísifo pronto aprenderá -murmura Zeus- el oficio del artista.
Carlos Autieri APP 3/3.
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