El gordito simpático.

El gordito simpático nunca pudo verse los pies. Trató, mucho trató, pero todos sus intentos fueron en vano.
Cierto día le pidió a un amigazo del barrio que le trajera un espejito para poder verse los pies.
Le trajo el espejo más grande que encontró y se lo puso frente a él.
Se le entristeció la cara al darse cuenta que no tenía pies. Echó a su amigo a la calle y llorando, con el puño apretado por la bronca, rompió el espejo de un golpe. Las astillas en el aire lo cortaron todo, lo mataron todo, hasta a sus lágrimas.


Claudia Vieli.

1 comentario:

Anónimo dijo...

resulta ahora ke ya no tengo comentarios!!!!!, bueno, me kedo menos tranquila!