Caminaban tiernamente
sobre mí; pisaban la espalda,
la cabeza, el corazón: latente.
Las entrañas: las mañanas - azules.
Miradas de anoche
caballos y plantas;
comeremos el amor
cansados, cansados.
Los niños observan
caer las mañanas;
las mañanas son
porque los niños ven.
Pero ¿cuántos niños ven?
Ninguno como yo.
Ninguno hay que mate
-a golpes torpes-
ninguno que caiga
en la tentación
de rezar, como yo.
Pero todos ríen
-las caricias-
cantan la canción
-las tímidas caricias sexuales-
de mamá y papá
-escondidos en los patios-
miramos caer a los otros
-todos los otros son siempre yo-.
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