Otra marioneta, pensé y me quede buscandole los hilos, y no los ví.
Pero tenia buenas tetas y unas piernas delicadas, y para muñeca de goma, pensé, estaba tibia, casi caliente, toqué.
Se movía, cuando se movía, con naturalidad. Gemía como una mujer borracha (ella sabía simular a la perfección los efectos del alcohol).
Por suerte, no habló. Entonces hizo y se dejó hacer.
Después se fué, me dejó a la mañana, me miró desnudo en la cama, con una cara mezcla de asco y resignación.
Pensé en darle veinte mangos, pero no tenía.
Desde la puerta mientras salía ella me tiró diez pesos.
Compré hojas, un lápiz, un sanguche y una coca.
Carlos Autieri (APP 3/3)
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